La doma clásica es una de las disciplinas más elegantes y nobles de todas las que pertenecen a las competiciones de equitación. No existe una raza específica para la doma clásica, cualquiera de ellas puede practicarla. Sin embargo, basándonos en los resultados obtenidos en las competiciones mundiales en los últimos años, sí que está aumentando la compra y venta de ciertas razas específicas a tenor de sus características.
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Sin Desbravar
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La raza de los caballos de doma clásica juega un papel de cierta importancia en las competiciones. Cuando llega el momento de la compra, hay que tener en cuenta una serie de factores. La elección se reduce principalmente a dos campos: su morfología y condición física (sangre caliente), o su facilidad para el aprendizaje (barrocos).
En los últimos tiempos, se han realizado notables mejoras en la cría de caballos pertenecientes al grupo de razas barrocas. Esto ha causado un aumento considerable en la venta de los ejemplares de estas razas y cada vez tienen más presencia en las grandes competiciones internacionales frente a los de sangre caliente que habían venido predominando hasta ahora.
Existen registros del autor griego Jenofonte en los que se estudia la doma y adiestramiento de caballos jóvenes, así como el trato entre jinete y caballo. Sin embargo, la doma clásica como la conocemos hoy se inició en la alta Edad Media, cuando los oficiales de caballería comenzaron a realizar ejercicios para mejorar su monta, además de aumentar la confianza de su caballo para las batallas. Poco a poco, los ejercicios pasaron a convertirse en un objetivo en sí mismo, ganando cada vez más dimensión artística.
Las primeras escuelas, hoy todavía en activo, se fundaron en Europa durante el Renacimiento, concretamente a finales del siglo XVI y principios del XVII. Cada escuela sentó unas bases de estilo propio que fueron afianzándose con el paso del tiempo. Se trata de una disciplina olímpica desde 1912 y hoy se considera una de las categorías con más belleza de la equitación, además de ser una de las más difíciles. Por eso la cría enfocada a la compra y venta ha ido aumentando poco a poco pero sin pausa.
Las principales razas de sangre caliente que más se utilizan son la hannoveriana, la holandesa de sangre caliente o la westfaliana. Por otro lado, las razas barrocas esenciales serían la pura raza española, la pura sangre lusitana o la lipizzana. El hecho de querer obtener mejores ejemplares ha llevado a los ganaderos a mezclar razas diferentes de estos dos últimos grandes grupos. Esto ha propiciado que en las últimas décadas hayan aparecido caballos muy polivalentes. Incluso hijos de un mismo semental han llegado a destacar en categorías tan distintas como son el salto y la doma.
La armonía y el equilibrio del binomio jinete-caballo priman en esta disciplina. Por lo tanto, es muy importante que los caballos de doma clásica cuenten con una morfología característica y una disposición para el aprendizaje lo más elevada posible. Cuanto mayor sea la simbiosis con el jinete, mayor será la tranquilidad y confianza que mostrará el animal.
Por un lado, las razas de sangre caliente muestran una condición atlética y constitución excelente para los aires extendidos. De hecho, son las razas que más abundan en la alta competición. Por otro lado, las razas barrocas como la española o la lusitana presentan mejores características físicas para efectuar los aires elevados y reunidos. Además, tienen la reputación de aprender más rápido.
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